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Jonás. Un viva la vida metido a traficante de tecnología. Si tenía que ver con máquinas, ordenadores, software o adelantos. Jonás lo tenía, lo conocía o podría conseguirlo.
Encontrarlo era fácil, le gustaban las timbas de poker. Malcom le ofrecería la oportunidad de jactarse ante sus hombres de cómo pelaba a un supuesto tipo listo de universidad.
Conocía el juego y se le daba realmente bien, en ocasiones había sacado parte de la recaudación para sus investigaciones apostando en partidas en la universidad. Sabía hacer trampas y las hacía bien. No importa que en este caso la finalidad fuera parecer un auténtico inepto en la materia. El punto era conocer al tal Jonás, encandilarlo y conseguir de él ciertos productos. La máquina estaba a punto. Tan sólo necesitaba ya para otra nueva prueba una batería nuclear que no era fácil de conseguir. Comprarla a nivel privado era impensable y fabricarla peligroso sin las instalaciones adecuadas. Se rumoreaba que uno de los cargamentos con cuatro de estas baterías se había extraviado misteriosamente. Quizá el tal Jonás supiese algo.
Era un cuartucho situado en la parte trasera de un “bareto” de barrio. No sólo hacía las veces de oficina para sus negocios, sino también de almacén eventual de cajas de bebidas. y otras zarandajas que daban poco aspecto de seriedad. Podía escucharse cómo las cucarachas acampaban a sus anchas bajo los maderos del suelo y las paredes. Y el murmullo del televisor y los pocos clientes que se encontraban en la parte del bar. Pero era su suelo. Y sus paredes. Y ese sentimiento se extendía varios kilómetros a la redonda en la ciudad. No era un matón despiadado, aunque hacía lo necesario para hacerse respetar. Y lo conseguía. Toda mercancía tecnológica, ya fueran microchips de misiles, de automóviles, o de cafeteras; pasaban por sus manos. Eso, las mujeres y las cartas, eran su única obsesión en la vida.
-Jefe, preguntan por usted.
-¿Quién?
-Un chico listo de universidad.
-¿Qué quiere?
-Tiene dinero y pregunta por las timbas.
-¿Hiede a poli?
-No, jefe, más bien parece un ratón de biblioteca.
-Déjale pasar.
La dirección parecía correcta. Sin embargo no es lo que hubiese imaginado. No es que esperase unas grandes oficinas, pero desde luego no un tugurio de mala muerte. Era temprano. Apenas las 12 de la mañana. El doctor había preferido hacer su primera incursión a una hora prudencial en la que seguramente no se toparía con ningún tipo excesivamente peligroso de los que rondan en la nocturnidad.
-Buenos días
-Qué quiere tomar
-Busco a Jonás.
-Se ha equivocado de sitio, aquí no conocemos a ningún Juan.
-No, Jonás. Vengo buscando a Jonás. Es por negocios.
-Mire amigo si quiere tomar algo yo le sirvo. Si lo que viene es buscando problemas…créame es
mejor que se largue por donde ha venido.
Era evidente que no iba a llegar y a besar el santo, hasta aquí había resultado bastante fácil. Conseguir la dirección, encontrar el lugar… Es ahora cuando empezaba lo bueno. Malcom decidió utilizar sus habilidades como ingeniero social.
-Tengo aquí unos cuantos amigos de color verde que quieren conocer a Jonás y a alguna de sus barajas. Y estará de acuerdo conmigo que su jefe puede disgustarse un poco con usted si le hace perder la oportunidad de que él conozca también a mis amigos.
-Espere un momento aquí.
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Jonás. Un viva la vida metido a traficante de tecnología. Si tenía que ver con máquinas, ordenadores, software o adelantos. Jonás lo tenía, lo conocía o podría conseguirlo.
Encontrarlo era fácil, le gustaban las timbas de poker. Malcom le ofrecería la oportunidad de jactarse ante sus hombres de cómo pelaba a un supuesto tipo listo de universidad.
Conocía el juego y se le daba realmente bien, en ocasiones había sacado parte de la recaudación para sus investigaciones apostando en partidas en la universidad. Sabía hacer trampas y las hacía bien. No importa que en este caso la finalidad fuera parecer un auténtico inepto en la materia. El punto era conocer al tal Jonás, encandilarlo y conseguir de él ciertos productos. La máquina estaba a punto. Tan sólo necesitaba ya para otra nueva prueba una batería nuclear que no era fácil de conseguir. Comprarla a nivel privado era impensable y fabricarla peligroso sin las instalaciones adecuadas. Se rumoreaba que uno de los cargamentos con cuatro de estas baterías se había extraviado misteriosamente. Quizá el tal Jonás supiese algo.
Era un cuartucho situado en la parte trasera de un “bareto” de barrio. No sólo hacía las veces de oficina para sus negocios, sino también de almacén eventual de cajas de bebidas. y otras zarandajas que daban poco aspecto de seriedad. Podía escucharse cómo las cucarachas acampaban a sus anchas bajo los maderos del suelo y las paredes. Y el murmullo del televisor y los pocos clientes que se encontraban en la parte del bar. Pero era su suelo. Y sus paredes. Y ese sentimiento se extendía varios kilómetros a la redonda en la ciudad. No era un matón despiadado, aunque hacía lo necesario para hacerse respetar. Y lo conseguía. Toda mercancía tecnológica, ya fueran microchips de misiles, de automóviles, o de cafeteras; pasaban por sus manos. Eso, las mujeres y las cartas, eran su única obsesión en la vida.
-Jefe, preguntan por usted.
-¿Quién?
-Un chico listo de universidad.
-¿Qué quiere?
-Tiene dinero y pregunta por las timbas.
-¿Hiede a poli?
-No, jefe, más bien parece un ratón de biblioteca.
-Déjale pasar.
La dirección parecía correcta. Sin embargo no es lo que hubiese imaginado. No es que esperase unas grandes oficinas, pero desde luego no un tugurio de mala muerte. Era temprano. Apenas las 12 de la mañana. El doctor había preferido hacer su primera incursión a una hora prudencial en la que seguramente no se toparía con ningún tipo excesivamente peligroso de los que rondan en la nocturnidad.
-Buenos días
-Qué quiere tomar
-Busco a Jonás.
-Se ha equivocado de sitio, aquí no conocemos a ningún Juan.
-No, Jonás. Vengo buscando a Jonás. Es por negocios.
-Mire amigo si quiere tomar algo yo le sirvo. Si lo que viene es buscando problemas…créame es
mejor que se largue por donde ha venido.
Era evidente que no iba a llegar y a besar el santo, hasta aquí había resultado bastante fácil. Conseguir la dirección, encontrar el lugar… Es ahora cuando empezaba lo bueno. Malcom decidió utilizar sus habilidades como ingeniero social.
-Tengo aquí unos cuantos amigos de color verde que quieren conocer a Jonás y a alguna de sus barajas. Y estará de acuerdo conmigo que su jefe puede disgustarse un poco con usted si le hace perder la oportunidad de que él conozca también a mis amigos.
-Espere un momento aquí.
3 comentarios:
Oye, Keydeth. Si quieres, pásate por mi blog que tienes un nuevo premio.
Una pregunta: qué pasó con The End? este Dr. Malcom me recuerda mucho a Miles, tienen las mismas aficiones, jeje. No será un alter-ego de Dr. Miles? Los dos con la máquina del tiempo...
اديلين
Axa: muchas gracias, perdona la tardanza en contestar.
Anónimo: Buena pregunta, e interesante apreciación.
La serie "The End" se encuentra en estos momentos congelada por falto de personal. Guión hay bastante escrito, pero no tengo camera-man/woman por el momento. Incluso hay un capítulo rodado y montado (el nº 12) pero con el que tuve problemas de audio y al no contar de momento con la actriz original, no puedo editarlo. Espero en algún momento retomarlo. Gracias.
En cuanto al parecido... quién sabe quizá haya sorpresas!
Saludos
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