jueves, 22 de enero de 2009

Hacia el futuro... [ 2 ]

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2

La idea no se la transmitió una musa al soplarle. No. Era todo mucho más complicado. No se había mirado al espejo esa tarde tras oír el portazo de Eva la prostituta y había dicho “Tengo una idea”. No. Sino la frustración de diez años sobre sus espaldas. Largos meses de espera para conseguir un producto que luego no llegaba con las cualidades requeridas ni prometidas. Eran miles de adelantos científicos y tecnológicos que no veían la luz del día por culpa de chupa-tintas que se embolsaban cientos de millones conservándolos en la sombra.

-“¿Por qué?” Había preguntado en ocasiones.

-“Porque no es rentable” le contestaban. “¿Por qué ganar dinero sólo a una “cuarta generación” si podemos aprovechar la “primera”, la “segunda”, y la “tercera” también? ¿Qué más da que sean posteriores?”

-“Entonces los progresos serán mucho más lentos”

-“Sí. Pero más rentables”

No. Esa idea llevaba tomando forma desde hace mucho tiempo. Hoy no era más que el día en que decidió llevarla a cabo.
Eva era una mujer interesante. Como hecha a medida para la mayoría de las situaciones que nos presenta la vida. Su trabajo tan sólo un recurso. Un medio. Una forma de conocer el mundo y a cuantos andan por él. Era hermosa por lo que podía permitirse el lujo de escoger la clientela, sus especímenes a observar.
Malcom, el doctor, era uno de sus últimos ejemplares. Se conocieron en una timba de póker. En el cuarto trasero de una de esas tabernas oscuras y lúgubres situadas en un callejón igual de oscuro. Ella encontraba divertido ganar a los hombres en lo que ellos consideraban un juego “no apto” para mujeres.

-“Dinero fácil” Pensaban cuando la veían entrar por la puerta enseñando un abanico de billetes. “Zorra mentirosa y estafadora” es lo que oía a sus espaldas cuando salía con toda la recaudación de la noche.

El doctor la atrajo de inmediato. La típica mesa con tapete verde. Una lámpara suspendida del techo justo encima. Una densa nube de humo mal oliente creando fantasmagóricas formas bajo el haz de luz. Seis o siete hombres rudos. Serios. Con cara de pocos amigos y de no dejar escapar ni un gemido aunque le reventaras una botella en la cabeza. Y en medio de todo aquel tipiquísimo cuadro, estaba él.

-“Malcom” “Doctor Malcom” Dijo siendo el único en levantarse.

Su tez blanquecina, su pelo corto y engominado, su ropa limpia y de color claro y unos ojos ligeramente asustados y alerta tras aquellos redondos cristales; indicaban que aquel no era su sitio.

-“Encantada. Me llamo Eva”.

Sólo tuvo ojos para él. Incluso no le importó perder algunas manos por estar más atenta en encontrar su mirada que en las cartas que jugaba.
Al terminar, el alcohol y el instinto hicieron el resto. Eva tenía armas y sabía cómo usarlas.
Subieron a su casa. Él le comentó cuanto odiaba ese tipo de lugares, pero que por motivos de trabajo y otros problemas tuvo que acercarse a Jonás, un traficante de tecnología punta.

-“Para concluir una de las fases preliminares necesito que ese hombre me consiga un aparato específico”

Tuvieron sexo. Sorprendentemente bueno para lo que ella esperaba. Tanto, que hacía mucho tiempo que no se quedaba plácidamente dormida tras consumarlo. Se sorprendió a sí misma soñando con una vida diferente. Un hogar. Un único hombre. Y ese hombre tenía el rostro del Dr. Malcom. Castillo de naipes que se derrumbó cuando él la llamó por otro nombre y la echó de su casa.

1 comentario:

SyNKRo dijo...

Ostras @@