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Una húmeda y tibia lengua se restregó contra su nuca muy levemente. Sintió cómo el calor de la respiración le abrazaba el cuello. Una decena de dedos le agarraron fuertemente las sienes revolviéndole el pelo. Ahora había perdido la concentración, al menos la mayoría, por lo que le fue inevitable no dejarse llevar.
-Deja esos aburridos cálculos y ven a la cama conmigo…
La voz hablaba a sus espaldas. A traición. Completamente cargada de sensualidad pero también con una pizca de agresividad y cierta jerarquía que la hacían irresistible.
-Aún me queda mucho, debo seguir con el trabajo o no hallaré nunca una solución.
Ella, lejos de renunciar a sus deseos carnales, volvió a la carga. Se desabrochó el sujetador sonoramente y lo tiró a su lado. Él no pudo reprimir el acto reflejo de mirarlo de reojo.
-Ahora no llevo más que el camisón de seda negro. ¿Por qué no vienes y terminas de quitármelo…?
Sintió la tentación rondándole. Se quitó las gafas y las colocó encima de la mesa de trabajo. Se frotó la cara con ambas manos y respiró hondo.
Notó como se acercaba. Despacio. Soltándole los primeros botones de la camisa. Introduciéndose bajo ella. Acariciando sus pectorales. Susurrándole.
-Ven conmigo por favor… y hazme tuya… Dr. Malcom.
Sus labios lo atraparon en un incesante torrente de pasión.
-¡Para! Sonia, he dicho que pares.
La voz, antes melosa y suculenta. Se tornó áspera y distante.
-Está bien. Como quieras. Y me llamo Eva. ¡É-VA!
-Eva, Sonia. Qué más da. Coge tus cosas y lárgate. Tengo trabajo.
Esperó hasta escuchar el portazo. Luego volvió a introducirse de lleno en su trabajo.
Pasaron varias horas antes de que el cansancio y la frustración colmaran su paciencia.
Tratar de fabricar algo como aquello no era tarea fácil y él lo sabía. Pero en ningún momento llegó a pensar que se encontraría con tales dificultades. Dificultades que ya, comenzaban a parecerle insalvables.
Toda su vida. Al menos desde que él recordara. Había tenido debilidad por los avances. De cualquier tipo, no importaba. Aquello que aportara algo novedoso a lo que ya conocía era siempre bien venido. Una vez lo tenía en sus manos, ya pasaba a ser un objeto viejo al que no prestaba atención y a buscar su actualización.
En la juventud, todo tipo de películas sobre máquinas del tiempo, viajes a través de agujeros de gusano, y androides provenientes del futuro llenaron su cabeza de ilusiones y esperanzas. Hoy, sus estudios de Mecánica Cuántica, Termodinámica, Física Atómica y molecular, entre otros, le habían hecho creer que podría encontrar las respuestas adecuadas. El camino indicado hacia su gran sueño. Alcanzar el futuro.
-¡Fabricaré mi propia máquina del tiempo!
Se dijo. Pero después de casi 10 años de trabajo. Seguía sin tener nada. Solamente unas cuantas películas de ciencia ficción y un montón de chatarra tecnológicamente avanzada en su laboratorio. Ahora, consciente de ello, trazaba un plan mucho más realista.
-Si no puedo ir al futuro. Haré que el futuro venga a mí.
-Deja esos aburridos cálculos y ven a la cama conmigo…
La voz hablaba a sus espaldas. A traición. Completamente cargada de sensualidad pero también con una pizca de agresividad y cierta jerarquía que la hacían irresistible.
-Aún me queda mucho, debo seguir con el trabajo o no hallaré nunca una solución.
Ella, lejos de renunciar a sus deseos carnales, volvió a la carga. Se desabrochó el sujetador sonoramente y lo tiró a su lado. Él no pudo reprimir el acto reflejo de mirarlo de reojo.
-Ahora no llevo más que el camisón de seda negro. ¿Por qué no vienes y terminas de quitármelo…?
Sintió la tentación rondándole. Se quitó las gafas y las colocó encima de la mesa de trabajo. Se frotó la cara con ambas manos y respiró hondo.
Notó como se acercaba. Despacio. Soltándole los primeros botones de la camisa. Introduciéndose bajo ella. Acariciando sus pectorales. Susurrándole.
-Ven conmigo por favor… y hazme tuya… Dr. Malcom.
Sus labios lo atraparon en un incesante torrente de pasión.
-¡Para! Sonia, he dicho que pares.
La voz, antes melosa y suculenta. Se tornó áspera y distante.
-Está bien. Como quieras. Y me llamo Eva. ¡É-VA!
-Eva, Sonia. Qué más da. Coge tus cosas y lárgate. Tengo trabajo.
Esperó hasta escuchar el portazo. Luego volvió a introducirse de lleno en su trabajo.
Pasaron varias horas antes de que el cansancio y la frustración colmaran su paciencia.
Tratar de fabricar algo como aquello no era tarea fácil y él lo sabía. Pero en ningún momento llegó a pensar que se encontraría con tales dificultades. Dificultades que ya, comenzaban a parecerle insalvables.
Toda su vida. Al menos desde que él recordara. Había tenido debilidad por los avances. De cualquier tipo, no importaba. Aquello que aportara algo novedoso a lo que ya conocía era siempre bien venido. Una vez lo tenía en sus manos, ya pasaba a ser un objeto viejo al que no prestaba atención y a buscar su actualización.
En la juventud, todo tipo de películas sobre máquinas del tiempo, viajes a través de agujeros de gusano, y androides provenientes del futuro llenaron su cabeza de ilusiones y esperanzas. Hoy, sus estudios de Mecánica Cuántica, Termodinámica, Física Atómica y molecular, entre otros, le habían hecho creer que podría encontrar las respuestas adecuadas. El camino indicado hacia su gran sueño. Alcanzar el futuro.
-¡Fabricaré mi propia máquina del tiempo!
Se dijo. Pero después de casi 10 años de trabajo. Seguía sin tener nada. Solamente unas cuantas películas de ciencia ficción y un montón de chatarra tecnológicamente avanzada en su laboratorio. Ahora, consciente de ello, trazaba un plan mucho más realista.
-Si no puedo ir al futuro. Haré que el futuro venga a mí.
4 comentarios:
Yo lo sé, yo lo sé!
...
Es un lagarto! ^^
A ver qué tal la desarrollas, tiene muy buena pinta : D
Riete...riete... pero estate atento, quizá te sorprendas ;) je je je je
Muuuuuuy interesante......;)
Gracias Auryn :)
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