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La fragancia de su cuerpo no era la misma. El cuidadoso ir y venir de sus caderas ya no estaba. Ni la cálida respiración abrumada como la de un joven primerizo. En su lugar, una masa de músculos adosados a unos potentes brazos, una mirada obscena y un vocabulario sucio. Unas cicatrices delatoras de una mala vida y una P35 en la mesilla que la hacía temblar.
-¿Te gusta esto zorra?… ¿Nadie te ha hecho sentir así nunca verdad?
Otro tipo de mujer hubiese estado deseando que todo terminara. Incluso reservado un hueco en su pensamiento para imaginarse cogiendo la 9mm parabellum y finalizar ella misma el desagradable encuentro. Pero ella no. Eva estaba hecha de otro talante. Moldeada con la practicidad del pragmatismo, la entereza y la imperturbabilidad. Cerró los ojos y se descubrió a sí misma pensando en la razón por la que no le había olvidado.
-“Me echó de su casa” “Me llamó por otro nombre”
Eran ya, tantas y tantas las veces que la habían tratado así, que incluso le gustó pensar que el doctor sí que tenía algo de hombre rudo. Que a pesar de ser el único que lo había hecho con ternura y ofrecido auténtico calor humano, también tenía cierto carácter dominante.
-¿Ya?... ¿tanto músculo para esto?
-¡Cállate puta o…!
-¡O qué! ¿Cojeras tu pistola y esparcirás mis sesos por toda la habitación? Tanto tu jefe, como tú, como yo; sabemos que no tienes pelotas para hacerlo… Eres un matón de poca monta ¡Y quita de encima! Voy a lavarme… algo que no vendría mal que lo hicieras tú de vez en cuando.
-Ja ja ja…Qué golfa eres… suerte tienes de ser de las putitas preferidas de Jonás…Ahí te dejo lo tuyo.
-Cierra la puerta al salir, no sea que entre otro como tú.
No había bienvenida. Ni saludos. Ni abrazos. Nadie que le esperase. Nadie que le echara de menos. Era un fantasma. La única referencia de su paradero, se encontraba en el archivo de alguna base de datos de aeropuerto. “París” decía. Y era falso.
Pasaban de las tres del medio día. La alhambra podía observarse majestuosa acurrucada en el verdor de los árboles. Puebla de Don Fadrique, su próximo destino, se encontraba a 180km. Por lo que se le hacía demasiado tarde si se entretenía a comer.
Llegaría como un inversor privado. Interesado en los descubrimientos estelares. Dispuesto a donar una fortuna por el simple antojo de conocer algo más sobre el destino del universo y sobre todo de la Tierra. Un excéntrico millonario entusiasmado con la astro-geología y los misterios que ésta ofrece. Por supuesto, nada más lejos de la realidad, una vez infiltrado, daría el segundo paso de su plan.
-¡Para! Sonia, he dicho que pares.
La voz, antes melosa y suculenta. Se tornó áspera y distante.
-Está bien. Como quieras. Y me llamo Eva. ¡É-VA!
-Eva, Sonia. Qué más da. Coge tus cosas y lárgate. Tengo trabajo.
Esperó hasta escuchar el portazo. Luego volvió a introducirse de lleno en su trabajo.
-Si no puedo ir al futuro. Haré que el futuro venga a mí.
Le sorprendió descubrir que parte del plan ya había ido trazándose en su cabeza. A lo largo de sus años de investigación, su subconsciente lo incitó a recopilar todo tipo de datos sin los que ahora nada podría hacer. Tardó poco en identificar los pasos que debía dar. El primero, conseguir un programa que pudiese hackear los instrumentos de algún observatorio. Quizá Jonás tuviera de nuevo lo que necesitaba. Después, encontrar un centro de observación importante y un vuelo hasta allí no sería difícil.
-¿Te gusta esto zorra?… ¿Nadie te ha hecho sentir así nunca verdad?
Otro tipo de mujer hubiese estado deseando que todo terminara. Incluso reservado un hueco en su pensamiento para imaginarse cogiendo la 9mm parabellum y finalizar ella misma el desagradable encuentro. Pero ella no. Eva estaba hecha de otro talante. Moldeada con la practicidad del pragmatismo, la entereza y la imperturbabilidad. Cerró los ojos y se descubrió a sí misma pensando en la razón por la que no le había olvidado.
-“Me echó de su casa” “Me llamó por otro nombre”
Eran ya, tantas y tantas las veces que la habían tratado así, que incluso le gustó pensar que el doctor sí que tenía algo de hombre rudo. Que a pesar de ser el único que lo había hecho con ternura y ofrecido auténtico calor humano, también tenía cierto carácter dominante.
-¿Ya?... ¿tanto músculo para esto?
-¡Cállate puta o…!
-¡O qué! ¿Cojeras tu pistola y esparcirás mis sesos por toda la habitación? Tanto tu jefe, como tú, como yo; sabemos que no tienes pelotas para hacerlo… Eres un matón de poca monta ¡Y quita de encima! Voy a lavarme… algo que no vendría mal que lo hicieras tú de vez en cuando.
-Ja ja ja…Qué golfa eres… suerte tienes de ser de las putitas preferidas de Jonás…Ahí te dejo lo tuyo.
-Cierra la puerta al salir, no sea que entre otro como tú.
No había bienvenida. Ni saludos. Ni abrazos. Nadie que le esperase. Nadie que le echara de menos. Era un fantasma. La única referencia de su paradero, se encontraba en el archivo de alguna base de datos de aeropuerto. “París” decía. Y era falso.
Pasaban de las tres del medio día. La alhambra podía observarse majestuosa acurrucada en el verdor de los árboles. Puebla de Don Fadrique, su próximo destino, se encontraba a 180km. Por lo que se le hacía demasiado tarde si se entretenía a comer.
Llegaría como un inversor privado. Interesado en los descubrimientos estelares. Dispuesto a donar una fortuna por el simple antojo de conocer algo más sobre el destino del universo y sobre todo de la Tierra. Un excéntrico millonario entusiasmado con la astro-geología y los misterios que ésta ofrece. Por supuesto, nada más lejos de la realidad, una vez infiltrado, daría el segundo paso de su plan.
-¡Para! Sonia, he dicho que pares.
La voz, antes melosa y suculenta. Se tornó áspera y distante.
-Está bien. Como quieras. Y me llamo Eva. ¡É-VA!
-Eva, Sonia. Qué más da. Coge tus cosas y lárgate. Tengo trabajo.
Esperó hasta escuchar el portazo. Luego volvió a introducirse de lleno en su trabajo.
-Si no puedo ir al futuro. Haré que el futuro venga a mí.
Le sorprendió descubrir que parte del plan ya había ido trazándose en su cabeza. A lo largo de sus años de investigación, su subconsciente lo incitó a recopilar todo tipo de datos sin los que ahora nada podría hacer. Tardó poco en identificar los pasos que debía dar. El primero, conseguir un programa que pudiese hackear los instrumentos de algún observatorio. Quizá Jonás tuviera de nuevo lo que necesitaba. Después, encontrar un centro de observación importante y un vuelo hasta allí no sería difícil.
4 comentarios:
No me voy a meter contigo por lo de hackear, pero te lo mereces, que lo sepas :p
Molan mucho las contestaciones de Eva.
ya sé que un programa no "hackea" eso es una acción humana pero sirve para la fácil comprensión en la lectura, no obstante, te agradecería que nos contaras cómo ponerlo correctamente desde tu punto de vista.
Como ya te dije, no tiene que ver con la forma de utilizarlo, que como bien comentas es la persona la que "hackea", sino con el término.
Para mi lo correcto es utilizar el término cracking en este caso, ya que el individuo en cuestión va a utilizar para beneficio propio el sistema atacado.
Repito, para mi, hackear es penetrar en un sistema (lógico o físico, lógica o físicamente) por el puro placer de hacerlo.
Si más allá de eso te beneficias del sistema, ya sea para uso propio o para lucrarte de alguna forma vendiendo el conocimento, la forma de acceso o el propio sistema en sí lo considero cracking.
Te he dicho que no me iba a meter contigo porque esto más que un hecho es una filosofía, no hay un acuerdo común ni siquiera los gurús saben definir y delimitar completamente los términos hacking y cracking... Mucho menos un señor que pasaba por allí como yo : )
¿¿Alguna pregunta?? x)
Todo correcto :D
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